El ciervo pertenece a la familia de los cervidae, un grupo de rumiantes corpulentos y majestuosos que fascina a los amantes de la naturaleza y da vida a las leyendas y mitos de numerosas culturas. En la península ibérica, podemos encontrar varias especies, desde el noble ciervo rojo hasta el esquivo ciervo de los pantanos.

Estos animales son famosos por sus impresionantes cuernos, los cuales mudan anualmente para dar lugar a una nueva cornamenta aún más grande. Puede decirse que la envergadura de estos cuernos es una señal de virilidad y un indicativo de su rango en la jerarquía del grupo. En este sentido, los machos utilizan sus formidables armas durante la berrea, una época del año en la que rivalizan entre sí por el favor de las hembras.

El ciervo es una especie esencialmente crepuscular y nocturna, aunque no es raro verlo durante las horas diurnas en áreas donde se siente seguro. Su alimentación es variada, siendo principalmente herbívoro consume gramíneas, pero también se alimenta de brotes de arbustos y árboles, bayas, frutos secos e incluso hongos.

Su modo de vida está estrechamente ligado a los bosques, pudiéndolo encontrar desde las espesas selvas de coníferas hasta los bosques caducifolios de la montaña. Sin embargo, también puede adaptarse a la vida en las llanuras, siempre y cuando haya suficiente cobertura vegetal para protegerse de los depredadores.

Los ciervos también tienen una gran importancia ecológica. Desbrozan los bosques y favorecen la regeneración del sotobosque, además de ser una fuente importante de alimento para los carnívoros, como los lobos y los linces.

En resumen, el ciervo no es solo un animal notablemente bello y poderoso. También es una criatura esencial para mantener el equilibrio de nuestros ecosistemas, y su presencia es un verdadero tesoro a preservar.