
Las ardillas son pequeños mamíferos roedores que pertenecen a la familia Sciuridae. Se pueden encontrar en todo el mundo y se conocen por su pequeño tamaño, orejas puntiagudas y largos bigotes. La especie más conocida en España es la ardilla roja, reconocible por su pelaje castaño rojizo y su cola espesa y tupida.
Los ágiles movimientos de las ardillas son un espectáculo. Son auténticas acróbatas arborícolas, saltan de rama en rama con una agilidad impresionante gracias a sus fuertes patas traseras y su cola, que utilizan como timón para mantener el equilibrio y como paracaídas cuando se lanzan al vacío.
Las ardillas son animales diurnos y aunque suelen ser solitarios, en ocasiones pueden formar pequeños grupos. Son omnívoras, aunque predomina la alimentación herbívora. Su dieta incluye una vasta variedad de alimentos como semillas, frutos secos, frutas, hongos e incluso insectos.
Conocidas por su afición a almacenar provisiones, las ardillas guardan frutos secos en el suelo para los meses más fríos. Este hábito de almacenamiento contribuye a la dispersión de semillas y, como resultado, al crecimiento de nuevos árboles.
En cuanto a su reproducción, las ardillas suelen tener dos épocas de cría al año, una en primavera y otra a finales de verano, dando lugar a camadas de 2 a 4 crías generalmente. Sus pequeños nacen ciegos y sin pelo, dependiendo completamente de la madre durante las primeras semanas.
Sin embargo, la vida de las ardillas no está exenta de peligros. Aparte de sus depredadores naturales como los zorros y aves rapaces, la pérdida de su hábitat natural debido a la deforestación y el cambio climático son amenazas cada vez más acuciantes.
Las ardillas son más que lindos roedores con caras simpáticas y colas esponjosas. Son industriales recolectores, talentosos equilibristas y jugadores fundamentales en la proliferación de nuestros bosques. Observar su comportamiento es una de las delicias de la vida silvestre y nos recuerdan la belleza y diversidad del mundo animal.
Los ágiles movimientos de las ardillas son un espectáculo. Son auténticas acróbatas arborícolas, saltan de rama en rama con una agilidad impresionante gracias a sus fuertes patas traseras y su cola, que utilizan como timón para mantener el equilibrio y como paracaídas cuando se lanzan al vacío.
Las ardillas son animales diurnos y aunque suelen ser solitarios, en ocasiones pueden formar pequeños grupos. Son omnívoras, aunque predomina la alimentación herbívora. Su dieta incluye una vasta variedad de alimentos como semillas, frutos secos, frutas, hongos e incluso insectos.
Conocidas por su afición a almacenar provisiones, las ardillas guardan frutos secos en el suelo para los meses más fríos. Este hábito de almacenamiento contribuye a la dispersión de semillas y, como resultado, al crecimiento de nuevos árboles.
En cuanto a su reproducción, las ardillas suelen tener dos épocas de cría al año, una en primavera y otra a finales de verano, dando lugar a camadas de 2 a 4 crías generalmente. Sus pequeños nacen ciegos y sin pelo, dependiendo completamente de la madre durante las primeras semanas.
Sin embargo, la vida de las ardillas no está exenta de peligros. Aparte de sus depredadores naturales como los zorros y aves rapaces, la pérdida de su hábitat natural debido a la deforestación y el cambio climático son amenazas cada vez más acuciantes.
Las ardillas son más que lindos roedores con caras simpáticas y colas esponjosas. Son industriales recolectores, talentosos equilibristas y jugadores fundamentales en la proliferación de nuestros bosques. Observar su comportamiento es una de las delicias de la vida silvestre y nos recuerdan la belleza y diversidad del mundo animal.